El Internet de las cosas

La nevera de casa. Hasta ahora, un electrodoméstico como otro. A partir de ahora, un servicio capaz de sugerirnos la lista de la compra de acuerdo con las reservas almacenadas, de hacer el pedido online directamente al supermercado y de avisarnos que nos han caducado los yogures. El futuro ya es aquí. “En la medida que la sociedad sea capaz de absorber estos adelantos, estos servicios y otros de más sofisticados se convertirán en elementos cotidianos como lo es ahora el WhatsApp”, advierte Oriol Ríes, director de tecnología (CTO) a la empresa M2M Cloud Factory. Este sólo es un ejemplo del que supone la internet de las cosas (YATE, siglas en inglés), o el que es el mismo, la posibilidad de conectar los objetos cotidianos que nos rodean a través de la red “para hacernos la vida más sencilla”.

El director tecnológico de M2M Cloud Factory recuerda que, a pesar de que el YATE es un concepto que se presenta como nuevo, mantiene una estrecha relación con el concepto M2M -máquina a máquina- aparecido hace años y que incluía innovaciones como la domótica, la aplicación de automatismos en las instalaciones de las viviendas para mejorar la gestión energética. “La capacidad de crear dispositivos muy pequeños y económicos ha permitido ahora un nivel de capilaridad mucho más profunda en la industria y en la sociedad”, sostiene Ríos, que añade que el impacto real del YATE hoy todavía es pequeño pero que “se está invirtiendo mucho porque se convierta en una tendencia consolidada”.

 

Un ejemplo son los wearables, un componente básico de la internet de las cosas. Son dispositivos inteligentes, como prendas de ropa o complementos, que recogen y emiten datos. Sus aplicaciones son múltiples, ya sea en forma de brazaletes inteligentes que monitoritzen la actividad física y cuantifican calorías o de tejidos que incluyen tecnologías de identificación por radio frecuencia. El futuro más inmediato pasa para generalizar la aplicación en la medicina.

“La tecnología está creciendo a un ritmo rapidísimo, posiblemente más del que la sociedad puede asimilar”, asegura Jordi Boix, profesor del TecnoCampus y consejero delegado (CEO) de Duelo4it, que también señala que, igual como los wearables, otros actores “con un gran potencial” como la realidad aumentada y la virtual “han venido para quedarse”.

 

“La internet de las cosas es clave para un desarrollo sostenible de la sociedad. Teniendo en cuenta que los aparatos que se conectan lo hacen inalámbricos, el impacto al medio ambiente es mínimo; en cambio, los resultados son de más calidad y precisión que nunca”, añade Ignasi Vilajosana, CEO de Worldsensing.

El auge de las Smart Cities

“Internet nació conectando personas a través de máquinas. Ahora una parte de la red conecta máquinas que hablan entre ellas para cumplir una tarea sin necesidad de las personas”, señala Vicenç Llobet, responsable IT y de infraestructuras a la Fundación Cetemmsa.

Es el caso del concepto smart cities, con el cual se aplican las posibilidades de la internet de las cosas para favorecer el crecimiento inteligente de las urbes gracias al uso de los datos de los ciudadanos y a su interacción con su entorno. “Debido al aumento de la población en zonas urbanas, se hace del todo necesario encontrar fórmulas inteligentes para reducir el tránsito, gestionar mejor las vías urbanas, etc., y asegurar así la fiabilidad de grandes infraestructuras y minimizar riesgos innecesarios”, afirma Vilajosana.

Vicenç Llobet destaca el hecho que las ciudades que se imbuyen del concepto smart city aprovechan “los adelantos que surgen a nivel tecnológico para ahorrar costes y convertirse en ciudades más eficientes y orientadas a la sostenibilidad”, y lo ejemplifica citando el proyecto Smart Region que ciudades como Mataró, Vilanova i la Geltrú, Igualada, Manresa y Granollers han empezado a implementar.

Esta iniciativa de la Diputación de Barcelona apuesta porque los municipios “adopten una infraestructura informática que permitirá administrar sensores y cruzarlos con información que controle la iluminación, el tránsito, la gestión de residuos o la limpieza urbana”. “La clave de todo es en la competitividad de las empresas y en su capacidad de innovar, la herramienta para convertir ideas en equipamientos que nos faciliten el día a día”, añade Llobet.